Plaza del Pumarejo

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LIMOSNA (Belén Jiménez)



El miedo al robo les dio forma y los agarró a lo más firme, por eso unos pocos sobreviven encastrados en los muros de iglesias y conventos o soldados a sus rejas. En desuso algunos, otros, con candados modernos bien engrasados. 

Todos hablan de un tiempo que fue.

Pan de San Antonio, qué será, me digo y recuerdo los santos y las vírgenes que miraba en mi infancia. Vuelven a mí las horas quietas de las misas del domingo.

¿Quién fue Santa Librada?

Las ánimas benditas ¿quién pide para los muertos? Misa para el descanso de unas almas que no serían tan benditas cuando había que rezar por ellas. Almas de esas que semivivas se alojaban en los miedos infantiles.

No sé cuando empecé a fotografiar limosneros. La foto más antigua en estas páginas es de 2006. Me devuelven a la vida que fue.

La serie LIMOSNAS es una colección y revela un deseo de apropiación que está presente en la fotografía, al menos en la mía.

La fascinación que los limosneros me provocan se liga, creo, a la propia naturaleza de un objeto que es, además de hermoso, polisémico, porque la raja y la hucha remiten al sexo femenino, porque hay un meter, un no poder sacar, un lo que se da no se quita. A las formas de hierro y a los candados se asoman los cinturones de castidad.

Cuando fuimos pequeños aprendimos a buscar tanteando en la penumbra de la iglesia la raja fría de la hucha y cuando alguna vez oímos decir que alguien había robado esos dineros, pensamos que había sido cometido un sacrilegio.








Arriba una muestra de la colección. Aquí se cuenta el final. Los limosneros no sobreviven a ninguna restauración. Están siendo sustituidos sistemáticamente por velas eléctricas. El cable negro recorre el muro en busca de un enchufe que hubo que instalar rompiendo yesos y pegando canaletas.

Parece que la iglesia se avergonzara del limosneo antiguo, ese que se daba cuando la Iglesia apoyaba más desvergonzadamente que ahora a los poderosos. El artilugio eléctrico que podéis ver en las capillas de los pueblos delante de los santos más milagrosos, tan triste y desolado, les limpia la memoria. 

En las dos últimas fotografías se documenta el proceso de destrucción.



 





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