“Conocía su silueta intangible, que se deslizaba anónima y gris entre la multitud, su andar flexible, rápido, el encanto de su sonrisa, la inocencia de sus ojos. Había observado la movilidad de sus gestos, ni más mínimo perturbada por la cámara que lleva consigo a todas horas y en todos lugares. Tenía el rostro tenso y la expresión de aguda concentración de quienes escuchan y observan al tiempo que persiguen una obsesión, un sueño, una idea.
Le había oído decir a los amigos
que querían ver su trabajo. ¿De verdad, no os aburrirá?, al contrario del
aficionado siempre dispuesto a organizar veladas fotográficas bajo el pretexto
del turismo, la familia y las vacaciones de verano.
Atento, Henri Cartier-Bresson,
pedía consejo, preguntaba sin cesar, aunque en él se percibía, entreverada con
la inquietud, la serenidad: era el hombre que duda y que sabe”.
[Henri Cartier-Bresson. Ver es todo. Entrevistas y conversaciones
1951-1998. Entrevista realizada por Ivonne Baby en 1961. Editorial Gustavo Gili
SL. 2014]
A Paco Aranda lo conocí a través
de una amiga común. Cuando fui varías veces a visitarlo, me fue mostrando sus fotografías del
mercadillo jueves, aparte de otros
trabajos. Y fue así como empecé a comprender poco a poco la dimensión de su
trabajo. He de reconocer que quede
impactado, no por la individualidad de algunas fotografías aisladas, sino por
la profundidad del conjunto. En sus fotografías, uno no sólo las contempla y las
valora visualmente, sino que trascienden a otros sentidos: reminiscencias de
sonidos, olores, texturas y vivencias compartidas.
Sus composiciones son impecables,
su mirada hacía los sujetos retratados es cercana y cómplice. No invade, sino
que comparte espacios y los traslada a espectador. Traspasa el concepto de
instantánea, dotando al trabajo de una organicidad global que lo dota de
sentido.
El blanco y negro concentra y
dirige la mirada sin ambages ni despistes. Profundo conocedor del mundo
analógico, donde se ha formado, y que se hace evidente en la condensación de
recursos visuales que emplea, y en la falta de artificiosidad en sus imágenes.
El libro que hoy presentamos, es
una muestra de años y años y años de trabajo incesante que de uno u otro modo
debían ver la luz y brillar. Un mercadillo que nos retrotrae a tiempos pasados,
a tiempos que no volverán. Espacio para la memoria, documento imprescindible
para entender un trasiego humano donde muchos de sus personajes ya sólo existen
gracias a sus fotografías. Reivindicación de un modo de entender y hacer
fotografía que se hace necesario para, en un mundo sobresaturado de imágenes,
recrearnos con pausa y deleite.
Un libro que refleja parcialmente
su talento, y espero que sea el inicio de futuros proyectos que puedan ver la
luz y podamos disfrutar.
Agradecer al editor Ángel Del Pozo Redondo, de Aconcagua Libros y a Yerma Libros su apuesta, para que los lectores en general, y los
sevillanos en particular, puedan contemplar el trabajo de Paco. Documento
imprescindible para comprender la dimensión del mercadillo del jueves.
Trasciende el valor testimonial y documental, y se convierte en una referencia
única del devenir del mercadillo, y de una forma de vida.
“Durante muchas décadas el libro fue la forma
más eficaz de adaptar (y por lo común reducir) fotografías, garantizándoles así
longevidad, ya que no inmortalidad –las fotografías son objetos frágiles que se
rompen o extravían con facilidad- y un público más vasto.”
[Susan Sontang. Sobre la Fotografía. 1977. Ed. DEBOLS!LLO Contemporánea]
Esta reflexión de Susan Sontang,
en su libro sobre la fotografía, escrito en la década de los 70, se torna de
completa actualidad. La fotografía documental, los reportajes fotográficos y la
fotografía de autor, han ido paulatinamente viendo reducidos sus espacios de
difusión. Los únicos y casi exclusivos modos de conocer estos trabajos son las
galerías (exposiciones) o las publicaciones, fundamentalmente los fanzines
especializados y los libros. La prensa generalista y las revistas ilustradas
apenas dan cabida a reportajes fotográficos de fondo que nos permitan
reflexionar con cierta pausa sobre los acontecimientos.
“La imagen documental y, más específicamente,
la imagen testimonial están en crisis en la prensa. Esta crisis es expresión de
la crisis general del periodismo. Hay una falta de credibilidad, que en parte
es consecuencia de las renuncias sucesivas de los profesionales que han ido
admitiendo frente unos poderes mediáticos cada vez más concentrados y cada vez
más instrumentalizados por los intereses de los grupos financieros. La prensa
se convierte poco a poco en un producto más y, por tanto, sus contenidos en
mercancías; pone en entredicho su dimensión fundamental como expresión de
crítica y control sobre el poder a través de la información libre y
significativa para el interés colectivo”
[Pepe Baeza. Por una función crítica de la fotografía de prensa.
Editorial Gustavo Gil SL. 2001]
Paralelamente hay un despertar de
las inquietudes fotográficas (escuelas fotográficas, colectivos, iniciativas
editoriales como las de hoy), que se circunscriben a iniciativas privadas y que
no tienen una contraprestación por parte de los media como receptores y
difusores de contenidos no inmediatos. Y en este contexto se hace imprescindible la labor de l@s fotógraf@s freelance.
“El mundo del gran arte no es un ámbito que se
caracterice particularmente por su intelectualidad, su ética, su gusto o su
sabiduría y, ni si quiera por su conocimiento. No es ni la vanguardia ni la
prolongación de la universidad. En una ocasión, apuntó un marchante, señalando
a su mesita de café: ¿Veis esta mesa? Ése es el mundo del arte. Y vosotros
estáis o ella o no estáis. La mesa, con su superficie plana y sus bordes
claramente delimitados, simboliza perfectamente el ámbito ahistórico y plano
del consumo, carente de evolución o contexto. El mercado del arte, y el mundo
del arte al que sirve, suele ser frecuentemente mezquino y provinciano,
proverbial cama de Proscruto, busca la unidad mínima vendible y crea
significados falsos que reemplacen las relaciones vividas de los artistas por
patrones que establezcan el valor pecuniario de los objetos.
(La cama de Proscruto era una
plancha de torturas en la que el legendario ladrón de Éleusis hacia
encajar a sus víctimas para lo que las
mutilaba o estiraba hasta causarles la muerte. Metafóricamente, se refiere al
hecho de ajustar ilegitima y brutalmente algo a un molde rígido)
[Martha Rosler. Imágenes públicas. La función política de la imagen. Editorial Gustavo Gil SL. 2007]
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